sábado, 3 de octubre de 2009

Acto de gozo

Hablando de  Tánger, repito una nota que publiqué en el antiguo blog el 31 de octubre de 2008. No quiero que se me olvide aquel pequeño acto de gozo (fue unas semanas antes, cuando estuvimos en mi ciudad por invitación del Festival de Cine de Málaga):

Íbamos por la acera izquierda del Boulevard Pasteur, mirando la bahía y —al fondo del Estrecho— los arenales de Tarifa, cogidos del brazo o (dicho con mayor exactitud, apoyado yo en el brazo de Angelika, para alivio de mi cojera), cuando aquella mujer se acercó. Nos vio de lejos, viniendo de frente, abrió la sonrisa de oreja a oreja y se desvió en diagonal a nuestro encuentro. Chilaba gris, pañuelo blanco, babuchas oscuras; cara descubierta. Es tal su expresión de felicidad, que el cerebro se me vaporiza en breves delirios: «¿Es Rqía? ¿Es la hija de Rqía?». ¿Cuántos años llevará muerta Rqía y cómo iba a reconocerme su hija, casi medio siglo después, con la ancianidad triunfante y, para colmo, ese disfraz de treinta kilos que llevo puesto? Nos mira con dulzura, a Angelika, a mí, a mí, a Angelika. Le sacamos más de una cabeza. Extiende la mano, sin tocarnos:
—L’amour —nos dice, y nos abarca con el gesto. Solo acertamos a contestarle:
—Oui, l’amour. Oui.
—L’amour —casi canta de nuevo—. L’amour.
Y sigue su camino, habiéndonos dejado benditos por su palabra.

Tánger, maldito Tánger, siempre con sus milagros. Ciudad tramposa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario